Con diciembre siempre llega el frío, las ansias de la gente por la navidad, la lluvia. Con diciembre llegan las narices rojas y frías, los gorros que siempre quiero y nunca consigo, llegan las manos congeladas, el frío de mente y de huesos. Llega los sentimientos sin sentido concreto. Llegan las tardes envueltas en una manta y las mantas adosadas al cuerpo.
Y yo, yo me vuelvo idiota, me congelo con el frío y parece que no me descongelo hasta que llegan de nuevo las tardes de sol. Parece que la lluvia me desace en pedazos pequeñitos incapaces de pensar, moverse o hacer algo constructivo hasta que los rayos de sol de la primavera recomponen mis partículas y me devuelven el pensamiento.
Que vuelven los escalofríos no producidos por besos en el cuello.
Céee.
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