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martes, 10 de julio de 2012

Evolución

Examinamos cada rincón del enemigo y sin quererlo me enamoré de tus clavículas, de como mueves las manos y de los pliegues de tu espalda. Caí rendida a tus miradas intensas y penetrantes. Me dejé mirar cuando no hacía nada, dejé que me conocieras, dejé que te enamoraras de ese hueco que se me forma bajo mi cuello, de mi labio inferior y de mi risa boja arriba. Permití que te acostumbraras a dar los besos hacia abajo. 
Y entonces empezamos a suicidar lo mejor de nosotros, a enjuagar nuestras virtudes y convertirlas en defectos. El movimiento de tus manos paso a crisparme y el sonido de mi risa se convirtió en ruido.
Entonces, dar besos hacia abajo te producía dolor de espalda.
Examinar ahora, los rincones de tu alma, es encontrar polvo.



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