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miércoles, 21 de agosto de 2013

Hoy vamos a ser Horizonte juntos.

Mientras andaba tranquila por el paseo se preguntó "si pudiera convertirme en cualquier cosa... ¿qué fantástica fantasía podría crear de la Nada? " Y así empezó a imaginar que le salían alas de las clavículas, se retorció de dolor al principio. Cuando ya las plumas relucían al sol, impulsó torpe los músculos que componían los nuevos instrumentos de locomoción. Justo antes de empezar el vuelo decidió que ya no quería ser gaviota; "el vuelo no hace libre al animal, además, las plumas pican. ¿Qué puedo ser ahora? ¿Y si me convirtiera en el Sol? Tan intocable, tan alejado, tan inalcanzable."  Tras pensar esto, notó como la temperatura de su cuerpo se elevaba a una velocidad vertiginosa. Miró sus manos y comprendió que el aumento del número de grados al que se encontraba, hacía efecto en sus órganos, pasando estos del estado sólido a un curioso gas pesado y caliente, cada vez más caliente. Se asustó pero la idea de ser el origen de toda vida compensaba el miedo.
Después de un rato, vio de frente a la Luna, tan blanca y llena, y se la imaginó ganándole el pulso y obligándole a esconderse tras el horizonte. "Maldita Noche, ¿por qué llamas al sol a esconder y a la luna a saludar?"
Así que volvió a su estado fundamental y a reflejar, en vez de irradiar, la luz; recuperando así su forma humana con sus dos pequeñas manos y sus dos agujeros de la nariz, con sus clavículas y sus pecas. "Otra vez en el principio, pensó."
El paisaje que se tumbaba ante ella antes de que empezara a divagar por su propia imaginación había dado un enorme giro de 180º grados. Las gaviotas se habían convertido en mosquitos, el sol en luna y el día en noche. Para entonces la decepción le invadía todos los recovecos de su cuerpo, ninguna de sus transformaciones había sido lo suficientemente satisfactoria.  Se sentó en la arena de la playa, enfadada con el mundo de su al rededor, se quitó los zapatos y dejó que los dedos de sus pies jugaran un rato con los minúsculos granitos de arena. Miró al Horizonte, tan libre, lejano, inalcanzable, Perfecto. Y mientras los
adjetivos calificativos le venían a la mente, sus dedos dejaron de juguetear con la arena, sus pecas se
difuminaron con el cielo, al igual que sus manos que ya no eran ni pequeñas ni grandes. Sintió que ya no sentía el peso de su cuerpo, se esparcía como partículas de sal por el mar.  Para su asombro, dividirse no le producía dolor alguno, era dulce, una dulce rotura de su cuerpo y no sabía si también de su alma. "Qué más dará..." Se imaginaba en un vuelo continuo a ras del océano mientras las partes de su ser iban quedando por el camino una tras otra hasta llegar a ser la Nada. Hasta estar en el Horizonte, hasta ser el mismo.
Hasta ser infinita. Libre. Inalcanzable. Y por todo ello, Perfecta.

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cedeclara. En el Horizonte torcido.





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