Querido Luis Jesús,
Madrid lleva envolviéndome en su
bullicio ya más de un mes. Entre sus
luces, a todas horas encendidas, sus
ruidos, siempre a máxima frecuencia, y sus coches, que no quieren nunca parar de
correr. La gente también corre de un lado para otro, como si la vida les fuera en coger el siguiente metro.
Es curioso porque no sé si mis sentidos estarán algo
mareados aún pero tengo la sensación de que el único lugar de Madrid donde aún no ha llegado la
contaminación y los
gérmenes de gran ciudad es mi pequeña, ruinosa y roja facultad. La Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, que se cae a cachos por antigüedad. La más limpia de espíritu y la más
sucia de ventanas.

Cada mañana, tras dormir lo máximo que se puede dormir en un Colegio Mayor, (o sea, poco), el
café me sabe a preguntas, el autobús es un cúmulo de zombies a los que les cuesta mantener los ojos abiertos, entrar a la universidad es olor a tabaco y tostadas de la cafetería y las clases son gloria, y más
preguntas y menos
respuestas. Y pasión, las clases son
rojas de pasión y
verdes de esperanza y
azul de admiración desde mis ojos. Las clases son ponerte los
zapatos más cómodos y echar a andar sabiendo que has escogido bien el camino. ¡Qué feliz me siento! Cada día estoy más segura de que los zapatos que he escogido me servirán para andar este camino tan difícil que he elegido, que son los perfectos, que no hay otros mejores ni camino con árboles más bonitos, con cielo más claro, con nubes más blancas.
Historia de la filosofía antigua son dos horas de música clásica; ontología dos horas de aprender ser; antropología filosófica es difícil de entender pero, cuando la entiendes, Fuentes te abre las cuestiones más interesantes de nuestros propios intestinos; filosofía política es todo lo demás, es la gota que colma el vaso, el último soplo de aire que consigue que mis pulmones se llenen de satisfacción.
Plena.
Entera.
Perfecta.
Madrid me envuelve y me mancha con su
roce. Me duele con sus ruidos. Le temo por su prisa. Porque me contagia. Sin embargo, me siento limpia con las manchas, me encuentro en silencio aunque haya ruido, me tranquilizo en su bullicio, me sano con sus enfermedades porque me sumerjo, escucho y disfruto mi carrera. Teniendo cada vez más claro, que quiero
comer de ella, vivir de ella o sobrevivir con ella.
Qué cursi suena todo. Será que me gusta. Será que me encanta. Será que ya estoy del todo loca. Será que sí.
cé. - Y todo esto me hace ver la preciosidad de la playa y el mar y su olor.